MARK TWAIN (VARIOS ARTISTAS)

Words & Music

(Mailboat Records, 2011)

Huck Finn es Jimmy Buffett y Clint Eastwood es Mark Twain (con textos entresacados de su Autobiografía). Angela Lovell encarna a Susy Clemens. La función de narrador corre a cuenta de Garrison Keillor. Produce Carl Jackson, que también presta su voz de barítono y toca la guitarra y el banjo cuando la cosa lo requiere (y qué bien que lo requiera), con la asistencia ejecutiva de Cindy Lovell, la verdadera ideóloga del proyecto (responsable también de la narrativa, del libreto, para entendernos). El proyecto es esta maravilla que vio la luz en 2011, con la idea de recaudar fondos para la Casa Natal y Museo de Mark Twain en Hannibal, Missouri. El plantel de músicos que colabora en la aventura es apabullante, entre ellos, aparte del propio Jimmy Buffett, Emmylou Harris (con una maravillosa versión del «When Halley Came To Jackson» de Mary Chapin Carpenter, primer corte musical del disco), Rhonda Vincent, The Church Sisters, Sheryl Crow, Bradley Walker, Doyle Lawson & Quicksilver, Brad Paisley, Vince Gill, Ricky Skaggs… Los productores, Carl y Cindy, se conocieron en 1968. Él tenía catorce años y ella doce. Él estaba en el escenario, tocando el banjo con Jim & Jesse and The Virginia Boys; ella estaba entre el público. Se conocieron y se hicieron amigos epistolares (esa cosa tan bonita que hoy suena a cosa que se perdió en la glaciación que dio paso al Cenozoico). Luego Carl empezaría a tocar el banjo para Glen Campbell y pedería el contacto con ella. La carrera musical de Carl seguiría creciendo meteóricamente. En 2003 produciría el maravilloso Livin', Lovin', Losin': Songs of the Louvin Brothers, un tributo a Charlie e Ira que se alzaría con dos premios Grammy (aprovechamos para recomendar, una vez más, el fundamental Satán es real, editado primorosa y suicidamente por los exquisitos vecinos de EsPop Ediciones, y traducido por un atento servidor). Pero la historia del álbum doble que hoy nos ocupa comenzaría unos años más tarde. Cindy andaba dándole vueltas a un proyecto para los fastos del «Año Mark Twain» en el ciento setenta y cinco aniversario de su nacimiento (el 30 de noviembre de 2010). El objetivo: compartir el legado del escritor con las nuevas generaciones y, ya de paso, conseguir apoyo financiero para el sostenimiento del museo de Hannibal. Pensando en aquel disco homenaje a los Louvin, Cindy recordó que incluía grabaciones de archivo con las voces de los hermanos, y de ahí le brotó la idea de contar la vida de Mark Twain hilvanando narraciones y canciones. Llevaba más de treinta años sin hablar con Carl Jackson, su viejo amigo de cartas, pero aún así decidió tirarse al río y retomar el contacto. ¿Se acordaría de ella? ¿Le interesaría colaborar en aquel proyecto? La respuesta es esta gozada que hoy recomendamos. Por aquí nunca hemos sido muy forofos de los audiolibros (es más, los detestamos con un odio poco menos que africano), pero esto es otra cosa. Esto dignifica un formato que, al menos desde aquí solo entendemos (y celebramos) como producto para invidentes. En este caso, no hay voces engoladas (también hemos odiado siempre a los cuentacuentos y a los monologuistas, ya puestos a hablar de cosas innecesarias). Aquí, en este Mark Twain. Words & Music, aparte, los fondos musicales son exquisitos y el plantel de músicos, como ya advertíamos al principio, es de una fineza y una calidez absolutas. Hay producción y hay dinero (no basta con tener un micrófono y una mesita de mezclas, no basta con hacerse con un kit de podcast comprado en Amazon por cuatro perras gordas y una habitación insonorizada a la que llamas pomposamente «estudio de grabación» cuando quedas con los amigos). Durante ochenta y seis minutos, uno viaja río abajo, por el Mississippi, lo oye, lo huele y lo siente. Hay mezcla y masterización (a cargo del cuidadoso Luke Woolen, en el estudio Station West de Nashville, Tennessee). Y el álbum incluye un maravilloso cuaderno de treinta y nueve páginas con las letras y un buen puñado de fotos. Esto sí que se debería enseñar en los colegios, y no la soplapollez esa de las Casas Vacías.