TULSA KING

 

Vamos con otra serie del bueno de Taylor Sheridan, junto con Terence Winter, creador de Los Soprano, y protagonizada por el actual abuelo mazas de mi generación: Michael Sylvester Gardenzio Stallone.

Si bien es verdad que durante los 20 minutos del primer capítulo uno piensa pero esto... ¿de qué va?, todo es cosa buena superado ese corto período de tiempo.

Hostias como panes, disparos a bocajarro, mafia italiana, la mafia de la banda de motoristas de Tulsa, marihuana, gas de la risa y un Sylvester Stallone en plan todo bien, pero como te pases un pelo te calzo una que lo flipas.

¿Qué más se puede pedir para pasar un buen rato?

He estado en Texas y en Arkansas, nunca en Oklahoma, pero se puede decir que he pasado cerquita de Tulsa si tenemos en cuenta las distancias que se gastan en los USA.

Todo bien por allí, autopistas interminables, cielos inmensos, moteles baratos y cerveza fría, en fin, lo que nos gusta.

Tulsa King se puede ver en SkyShowtime, 9 episodios en la primera temporada, y ya han renovado para la segunda. ¡Bien!

Mientras escribo estas líneas no dejo de pensar en Fernando Underwood, un hombre que es todo potencia, amabilidad y saber hacer. Un editor de los que nunca dejan un cabo suelto. Él ya sabe por qué.

En nada llega el finde y no creo que haya mejor plan que acoplarse en el sillón, cerveza fresquita en una mano y el mando de la tele en la otra, darle caña a Tulsa King y que se mueran los feos.

 

MAYOR OF KINGSTOWN

 

Voy a empezar la casa por el tejado, a ver si mientras escribo se me ocurre alguna batallita que contaros de mis aventuras en la carretera que pueda relacionar con Mayor of Kingstown.

Uno de los creadores de la serie es Taylor Sheridan que, entre otras lindezas, es el guionista de las dos pelis de Sicario, Hell or High Water y Wind River.

El otro es Hugh R. Dillon, un actor que nos suena de verle por ahí en un montón de series y del que he descubierto que es uno de los protas de Durham County, serie canadiense que no conocía de nada pero que tiene pintaza.

Aquí, en Mayor of Kingstown, también tiene un papel de poli duro junto al killer de la serie que es el actor Jeremy Renner.

Estos dos piezas maquinando han creado una serie dura, llena de adrenalina, cárceles repletas, bandas callejeras, pesas, sudor y clubes de striptease.

Todo bien para sentarse en el sofá y contemplar.

Mayor of Kingstown se puede ver en la nueva plataforma de streaming, SkyShowtime, y consta de dos temporadas de diez episodios cada una.

Si te das de alta ahora por 2,99 euros tienes para toda la vida, vamos, eso dicen ellos.

Ah, ya me ha venido algo a la cabeza, y es el día que, hace unos tres o cuatro años, el bueno de Carlos Zanón nos invitó a mi socio Dirty Lucini y a un servidor al BCNegra a contar unas cuantas mentiras sobre Dirty Works, junto a Dani, de la editorial Sajalín, y el chico de Sant Boi, Kiko Amat.

La charla fue en la cárcel Modelo que acababa de ser cerrada hacía solo unos meses.

Pasear por las galerías de la cárcel, ver las celdas y el frío que hacía allí dentro, impresionaba.

Y eso que la cosa se petó de público asistente y había calor humano para dar y regalar.

Aunque he de reconocer que lo que más me llamó la atención fue que las cisternas de los váteres estaban fuera de la celda, en la parte alta de la galería y protegidas por una malla de metal. El porqué lo desconozco.

 

JACK IRISH

 

Cuando uno devora series como si no hubiera mañana, no le queda más remedio que rebuscar entre la basura.

Y en las parrillas de las plataformas que manejo hay basura a espuertas.

Con la camisa vaquera remangada y un palito para no pillar una infección, he encontrado Jack Irish.

Ahora hay series para todos los gustos y de todos los colores, como las putas cervezas artesanales.

Hay una secuencia en la serie en la que Jack Irish entra en su bar de toda la vida, el bar que utiliza de oficina (instalado en el cuarto donde se guardan los barriles de cerveza y el papel higiénico), y el dueño le ofrece probar la cerveza de un nuevo grifo que ha instalado, le dice que es cerveza artesanal.

Jack le dice que no, gracias, que le ponga la de siempre.

Pruébala, que a esta te invito yo, insiste.

Por la cara de Jack se ve que piensa: cerveza gratis… bueno, tampoco puede estar tan mala, pero resulta que sí lo está.

Se la endosa al colega que tiene al lado y vuelve a pedir una de las de siempre, bien fresquita.

Y eso es lo que vamos a disfrutar en esta serie donde la media de edad de los personajes es de cincuenta años para arriba, salvo raras excepciones.

Un detective apaleado que encuentra más sentido a la vida en una cerveza, en un vaso de whisky o en charlar con los colegas, que en un matasanos del coco que te cobra noventa euros la hora (con la de cervezas que se puede tomar uno con ese dinero).

En el papel de Jack Irish está Guy Pearce, el compadre de Memento. La serie es australiana, y también hay un desfile de secundarios a los que no conozco que están que se salen.

Los tres abuelos que se pasan la vida sentados en la barra del bar, cada uno con su taburete asignado, son tremendos.

La acción se desarrolla en Fitzroy, suburbio de la ciudad de Melbourne, de donde nunca ha salido ninguno de los protagonistas, y Manila, la capital de Filipinas.

Para saber el porqué de este cóctel hay que ver Jack Irish, un servidor no os lo va a explicar.

Se puede ver en AMC+, dentro Prime Video, y consta de tres temporadas.

Las dos primeras de seis episodios y la tercera de cuatro.

Mientras bicheaba, he descubierto por ahí que hay tres pelis anteriores a la serie, que no se pueden ver en ningún lado, y que todo está basado en las novelas de Peter Temple.

Una serie por los buenos viejos tiempos.

 

INDUSTRY

 

Recuerdo que, en mis años mozos, cuando fui a Londres, llegar desde el aeropuerto de Gatwick a la casa de los colegas donde íbamos a dormir era una buena odisea.

Primero había que coger un bus y cruzar la campiña inglesa hasta Londres, una vez allí, el metro con varios transbordos y, por último, otro bus que nos dejaba a quince minutos andando de la casa ocupa en la que nos esperaban los colegas con unas botellas de Pink Lady para celebrar nuestra llegada.

Y cuando hablo de Pink Lady no me refiero al fino cóctel con base de ginebra, sino a una sidra asquerosa de color rosa.

Pink Lady era lo que bebían mis colegas punkis porque era barata y, si la mezclabas con speed y unos cuantos porros de hachís ramplón, te pillabas una buena a un módico precio.

Nada que ver con la farlopa, el champán y los vinos caros con los que se colocan los personajes de Industry, pero nosotros también éramos jóvenes y traviesos como ellos, aunque sin su poder adquisitivo ni sus trajes caros.

Toda la travesía por Londres fue más o menos bien hasta que salimos del metro y no hubo manera de dar con la parada del autobús para el último trayecto antes de la pateada.

En aquella época no existían los teléfonos móviles y Google Maps no estaba ni concebido, pero teníamos las instrucciones escritas en un papel y ni con esas.

Como preguntando se llega a Roma, es lo que decidimos hacer.

Los transeúntes no nos hacían ni puto caso, vamos, que ni nos miraban a la cara.

Iban todos de traje con sus maletines y caminaban rápido, como si fueran a apagar un fuego.

Más tarde nos enteramos de que estábamos en la City de Londres, nombre con el que se conoce al distrito financiero, y donde todo el mundo está muy ocupado en hacer dinero y no tiene tiempo para pararse a hablar con dos personas que, a sus ojos, tienen pinta de mendigos.

Pierpoint & Co., el banco de inversión donde trabajan cosechando millones de libras los personajes de Industry para clientes exclusivos y fondos de inversión, está ubicado en la City y nosotros, con nuestras pintas, bien podríamos haber sido dos extras indeseables que se mueven por el fondo de una secuencia.

Al final, entramos en una tienda de perfumes y una chica muy maja, después de superar el susto de que igual habíamos entrado a robar, nos indicó dónde estaba la parada de autobús y pudimos llegar a nuestro destino.

Industry se puede ver en HBO y consta de dos temporadas de ocho capítulos cada una.

Es puro sexo, drogas, traición y un buen pastón.

Hay veces que te pierdes o, directamente, no entiendes nada con los tecnicismos de cómo se mueven los millones mirando gráficos en un ordenador y presionando a los clientes por el móvil, pero da igual, la trama se sigue bien y los personajes tienen carácter y están bien definidos.

Tampoco todo es blanco y negro, hay mazo de grises y eso se agradece.

Yo tenía Industry en la recámara para verla, un colega de los viejos tiempos, Nico, me escribió el otro día por sorpresa para recomendarme unas cuantas series e Industry estaba entre ellas.

Me alegro que ese email me decidiera a dar el paso.

Ahora a esperar a ver si hacen una tercera temporada, que la cosa ha quedado calentita al terminar la segunda.