STAYTON BONNER

Cadillac Road

(Blue Trout Records, 2007)

A finales de los noventa, principios de los dos mil, hubo en Texas dos fieras de quienes no creo haber hablado aún por este caramanchel, y creo que ya es hora de ir enmendándolo. Los dos, siguiendo la extensa, prestigiosa y asombrosamente fructífera tradición de los trovadores texanos (con Guy Clark, Townes Van Zandt y James McMurtry a la cabeza, reconocidos maestros por parte de ambos —y de cualquiera que escriba canciones en Texas, claro—) iniciaron su andadura por aquel entonces. El uno, Adam Carroll, inauguraría su discografía cuatro años antes que el otro, con el apoteósico South of Town (1998), y ha seguido haciendo discos desde entonces, hasta hoy mismo, como quien dice (el último, I Walked In Them Shoes, es de 2019), habiendo sido también merecedor de un disco tributo en 2016, el Highway Prayer: A Tribute To Adam Carroll, en el que la lista de artistas que versionan sus canciones resulta poco menos que apabullante (James McMurtry, Hayes Carll, Terry Hendrix, Slaid Cleaves, Band of Heathens, Jason Eady, Tim Easton, Aaron Lee Tasjan, Walt Wilkins…) y habla por sí misma del respeto y la admiración que se ha ido ganando con el paso del tiempo. El otro, Stayton Bonner, debutaría con Border Radio, en 2002, al que le seguiría en 2005 el Think I'm Gonna Move To Australia, y este Cadillac Station de 2007 que hoy he querido rescatar del olvido. Tres álbumes, tres obras maestras. Y luego nada. Lo mismo, pensé en su día, al final fue a perderse a Australia, tal y como anunciaba en aquella canción que daba título a su segundo álbum: durante su infancia, decía Bonner por aquel entonces, su libro favorito era Alexander and the Terrible, Horrible, No Good, Very Bad Day (titulazo, por cierto, del que hay una versión traducida para el mercado hispano, mucho menos afortunado: Alexander y el día terrible, horrible, espantoso, horroroso), de Judith Viorst. Una mañana todo le empieza a salir como el culo a Alexander y este responde a todas las calamidades (el pobre amanece con un chicle en el pelo y todo va de mal en peor) tomando la decisión de largarse a Australia. De eso iba el libro, y a Stayton Bonner, al componer la canción, no le parecía una idea tan descabellada. El caso es que este Cadillac Road fue su último disco. Luego su rastro reaparecería a los tres años, mano a mano con su viejo amigo Adam Carroll, al frente de un pequeño y maravilloso libro de sesenta y dos páginas (a doble espacio y con ilustraciones), Old Town Rock N Roll: Stories About Music, una colección de relatos, miniviñetas, poemas y letras de canciones sobre la vida en la carretera (en la que los dos están bien versados). Una absoluta maravilla en la que ambos, ya desde los mismos títulos, dan buena fe de sus exquisitas dotes narrativas. Ahí precisamente fue donde descubrí que Stayton también se dedicaba a escribir para revistas (en cabeceras tan prestigiosas como Texas Monthly, GQ y Outside) y que había escrito un asombroso libro sobre Larry McMurtry (The Bookman: A Story About Larry McMurtry's Other Day Job, con prólogo del propio McMurtry, del que existe una edición de lujo, de la que se tiraron solo 200 copias, en caja de madera, que aún se puede conseguir por 300 dólares y es una puta maravilla, un ensayo sobre la otra, desconocida, ocupación del legendario autor de Lonesome Dove: vendedor de libros raros). En este, el que sería su último disco hasta la fecha, se incluye un tema compuesto a medias con Adam Carroll, «Open Mic Café», donde ambos, desde la experiencia de haber fatigado muchas noches de micrófono abierto, nos regalan una variopinta galería de personajes con los que cualquiera podría toparse en el escenario de una de esas bochornosas noches de gloria y miseria. Está también «Cemeteries & Second Hand Bookshops» (¿alguna vez —pregunta Stayton en el comentario previo a la canción— habéis entrado en una librería de segunda mano y pensado en los antiguos propietarios de todos esos libros que pueblan los estantes polvorientos?). «Going To Mexico», «Gas Station Coffee», «Armadillo Boggie Woogie»…, se hace difícil (como en sus dos discos anteriores) decidirse por una favorita. En la más pura tradición, como ya decía al inicio de estas líneas, de los trovadores de Texas, bien de guitarra, lap steel, dobro y armónica… Ya van para veinte los años que llevamos sin nuevas canciones suyas. Y se le echa mucho en falta. Menos mal que Adam Carroll sigue dando el callo, sin descanso. De él nos ocuparemos otro día (será también muy complicado decantarse por un solo disco). Y, mientras tanto, a Australia lo mismo no, pero a Texas puede que sí decidamos largarnos a echar el verano. El estado de la Estrella Solitaria sigue siendo una cantera de talentos prodigiosos. Y en ningún sitio como en Texas, a la pregunta de cómo queremos nuestra chuleta Tomahawk, podremos darnos el gusto de responder, a lo John Wayne, diciendo: «En un plato».