LOS CENZONTLES WITH DAVID HIDALGO & TAJ MAHAL

American Horizon

(Los Cenzontles Mexican Arts Center, 2009)

Los Cenzontles (sinsontes en nahuatl) son ciento y la madre (y la tía Perica en lo alto, como diría mi abuela), aunque los miembros principales son cuatro, los inmensos Rodríguez (Eugene, Lucina y Emiliano) y Fabiola Trujillo. Son una banda de música mexicano-americana, una academia artística y cultural, y un estudio de producción. Sitos en la ciudad obrera de San Pablo, California, son, hablando en plata, una auténtica institución en Estados Unidos. Los Cenzontles, desde que iniciasen su andadura allá por 1989, llevan ya en su haber cerca de treinta álbumes (veintitrés propios, el resto en compañía de otros), cuatro documentales y cientos de vídeos de corta duración que van poblando, puntual y rigurosamente, su canal de YouTube. Con ellos ha colaborado lo más granado, la lista achanta hasta al más valiente: Linda Ronstadt (que, en 2019, con veinte miembros de Los Cenzontles, de entre ocho a ochenta y ocho años, viajó a Sonora para actuar en el pueblo natal de su abuelo, evento que quedaría inmortalizado en un documental dirigido por James Keach), Los Lobos, Ry Cooder, Taj Mahal, Jackson Browne, The Chieftains, Flaco Jiménez…, en el fondo, todo aquel que quiera inocularse una buena dosis de autenticidad, recurre a ellos. Ellos son quienes custodian (y miman, con increíble celo) la llama de la tradición, la música de raíces mexicana, y son, además, el puente que une la comunidad chicana con la comunidad jarocha del estado mexicano de Veracruz. Su aventura discográfica se inicia en 1994, cuando Eugene Rodríguez, chamán de todo esto, produce el álbum Papa's Dream, el disco para niños de Los Lobos, Lalo Guerrero y algunos miembros de sus Cenzontles. Al año siguiente publican su primer álbum oficial, Con Su Permiso, Señores. Desde entonces, han abierto conciertos para Los Tigres del Norte, Los Lobos y los Jaguares, entre otros. Son un valor seguro. Calientan al respetable sin imposturas. Prenden la llama. Y luego el motor ya va solo. El disco que rescatamos hoy, este maravilloso American Horizon, es su segunda colaboración con David Hidalgo, adalid de Los Lobos (el año anterior, 2008, habían sacado el Songs of Wood and Steel, y, más adelante, volverían a colaborar en otros tres discos: Los Cenzontles con David Hidalgo. Puro Jam (2013), el EP American Roulette (2014) y Shades of Brown, Zydeco Mexican Connection (2015)), esta vez con la incorporación, nada desdeñable (y sumamente emocionante) de su majestad, Taj Mahal. El texto que acompaña al disco, leído hoy, a tenor de los más recientes acontecimientos (tanto de allí como de aquí, con esta extrema derecha del Todo a Cien que nos ha tocado padecer, que imita y rinde bajísima pleitesía a la de allí), cobra especial significado. El mensaje del disco, el horizonte esperanzador, sigue estando de plena (por desgracia) actualidad. «Esta es la historia de un lugar que es un lugar, sí, pero también un estado mental en el que pueblos de todo el mundo se dan cita para construir sus vidas… para sobreponerse. La gente renuncia a lo que es para convertirse en algo nuevo, en la creencia de que con el trabajo duro se puede acceder a una vida mejor, tanto para ellos como para sus hijos. Pero están aquellos que se piensan que son los dueños únicos de esta idea, de este estado mental, de esta tierra, y tratan a toda costa de impedir que los otros entren. Pero cuando la gente se cree única poseedora de la llave de un sueño, el sueño empieza a morir, porque ese sueño no es un derecho natural de nacimiento. La creencia compartida es que solo trabajando juntos podremos sobreponernos todos, elevarnos por encima de nuestra condición», en definitiva, volar. Todo el disco es exquisito y, para terminar, quisiera destacar una de las que probablemente sea (junto a la «Canción Mixteca» que cantaba Harry Dean Stanton en Paris, Texas) la más hermosa (y demoledora) canción fronteriza de inmigrante jamás escrita. Yo ya ni sé la de veces que ha sonado en esta casa, provocando siempre el mismo encogimiento de corazón ante su demoledora tristeza y su conmovedora carga de esperanza. «Voy Caminando», con voz de Hugo Arroyo, David Hidalgo al requinto y al violín, Taj Mahal al banjo, y los Cenzontles a la guitarra, el bajo y el zapateado. Pura poesía y emoción: «Mañana voy caminando / aquí no hay más que ofrecerme. / Por eso yo voy buscando / futuro en el horizonte. / Aunque el camino sea largo, / tengo las piernas muy fuertes. / Yo voy a rifar mi suerte, / mañana voy caminando. // Dejo mis padres queridos, / también mi ranchito verde. / A Dios solo le pedía / un día volver a verles. / Aunque mis lágrimas brotan, / tengo los ojos abiertos. / Yo voy a rifar mi suerte, / dejo mis padres queridos. // Ya me voy a despedir, / como árbol desarraigado. / Con la ilusión de vivir / mejor vida al otro lado. / Aunque no sé mi destino, / traigo la fe de mi gente. / Yo voy a rifar mi suerte, / ya me voy a despedir». Touché. No falla. Se me ha metido algo en el ojo. «Aunque el camino sea largo, tengo las piernas muy fuertes.»