A.J. CROCE

That's Me In The Bar

(Seedling Records, 2015)

El insomnio de la pandemia ha producido monstruos. Músicos varados como ballenas en las playas de sus casas dando fuerte la tabarra, desenmascarados, demostrando que lo bueno (en caso de haberlo) les venía dado de fuera y que, solos, sin maquillajes, son peores que tu vecino, el de la trompeta, el que se cree Miles Davis y ni por el forro. Los ha habido y muchos. Y se han editado discos infectos que yo no me atrevería a escuchar ni con distancia de seguridad, vamos ni con auriculares de plomo. Por fortuna, están los titanes, como John Hiatt, que se han sacado de la manga discos sencillos, pero fastuosos. A.J. Croce se encuentra entre estos últimos, rescatando no basura de la última gavilla (como han hecho algunos para mantenerse en la actualidad), sino unas grabaciones análogas grabadas en noviembre de 2019 que son, como dirían los Tipos Infames, canela fina. El By Request, con esa maravillosa fotografía de Joshua Black Wilkins (que fotografía todo lo bueno) en la cubierta, ha estado sonando esta última semana en bucle por estos pagos. Una invitación a un encuentro privado en su casa, como los que acostumbra a hacer entre giras y estudios de grabación (donde transcurre más del ochenta por ciento de su vida) cuando lo único que quiere es estar en casa, con su familia y sus amigos (casi todos músicos, es lo que toca –y nunca mejor dicho–), buenas conversaciones, carrusel de vinilos, comida rica, bien de beber y, como no podía ser de otra manera, música en vivo. By Request es, precisamente, eso: las canciones que le van pidiendo los amigos, de cualquier género y de cualquier era, porque A.J. Croce, entre otras cosas (como hijo del malogrado Jim, claro), es una auténtica enciclopedia de la música popular estadounidense. Y aquí nos brinda una selección con doce de las miles (sin exagerar) de canciones que ha ido grabando de esta manera en el estudio de su casa a lo largo de los años (ya más de treinta de carrera imparable). Versiones de Billy Preston, Neil Young, Randy Newman, Sam Cooke, Rod Stewart, Allen Toussaint, Brian Wilson y un emocionante «San Diego Serenade» de Tom Waits… Pero no es este el disco del que os queríamos hablar, aunque también, sino una buena excusa para referirnos a su segundo álbum, el That's Me In The Bar, de 1995 (reeditado en 2015 por su 20º aniversario) que, para el que escribe estas deslavazadas reseñas, es uno de sus pongamos que diez discos favoritos de todos los tiempos (haciendo caso omiso a todas las tonterías que se han vertido acerca de su «precocidad»). Descubro, con escalofrío, un paralelismo aterrador que vincula su último disco con el que hoy os recomendamos. El By Request es el primer disco que graba Croce tras la muerte de su esposa, Marlo, de veinticuatro años, tras una repentina dolencia cardíaca, los mismos años con los que A.J. grabó el That's Me In The Bar. (*Apunte para los paternalistas gendarmes de la autenticidad, refutadores de los dones de lo precoz y lo joven: quizá vosotros no, porque papá no os dejaba o porque preferíais beber leche o refrescos, pero algunos, con veinticuatro e incluso menos, nos hemos visto acodados y bastante jodidos en barras de bares de lo más infectos, así que abrid las ventanas y airead un poco vuestros dormitorios, porque os canta un poco la opinión a tigre.) Adrian, a los dieciséis años ya actuaba casi a diario en los clubes nocturnos de San Diego, así que conocía de primera mano a la fauna que merodea y se arrastra por sus canciones. Su vida accidentada, también sazonaba el guiso. Nunca vivió entre algodones (tumores, palizas y cegueras lo atestiguan). El disco se lo produjo nada menos que Jim Keltner y en él colaboran sin darse codazos gente como Ry Cooder, David Hidalgo (de Los Lobos), Bill Payne (de Little Feat) y Flea (en el Bonus Track que se añade en la reedición, «If You Want Me To Stay»), entre otros. No mucho más de treinta seis minutos de pura gloria (y un temazo, «She's Waiting For Me», por citar solo uno, que puede que sea la canción que más veces ha escuchado en su vida el que esto suscribe). Hay Nueva Orleans, hay Professor Longhair y Dr. John, mucho jazz de callejón y mucho piano, mucho juke joint y mucho soul. Y mucho Alicia ya no vive aquí. Piano bars de California. Barflies y gramolas con costrones de polvo, nicotina y cerveza. Obra maestra absoluta.