HANNAH JUANITA

Hardliner

(Hannah Juanita, 2021)

Si un día, a mediados de octubre, alguien te manda a bocajarro un vídeo de una desconocida perpetrando una tremenda versión del «Waltz Across Texas», seguido de un corazón negro y diciéndote que la canción le ha hecho pensar en ti, puedes irte tranquilo a dormir, porque ya lo has logrado (en el sentido del «día logrado» de Peter Handke, y creo que él estaría de acuerdo conmigo), no te quepa la menor duda. En estos tiempos que vivimos, tan de amistades efímeras, afectos caducos y demás simulaciones, alguien así, alguien que te piensa y que te deslumbra con nueva música, vale siempre su peso en oro. Cuídalo. Yo lo hago. Alguien así es una veta, así que planta en torno el campamento y, si es necesario, defiéndela con un rifle (aunque ya os advierto que se defiende más que bien ella solita, pero yo aviso)… Y todo esto viene a colación porque la desconocida que cantaba el inmortal clásico de Ernest Tubb no era otra que Hannah Juanita (el vídeo anda por YouTube), a la que ya me he hecho irremediablemente adicto y a la que auguro un futuro brillante, como me pasó en su día con Sierra Ferrell (por citar solo otro ejemplar de la casa de fieras; con ella, además empezó todo, en una furgoneta, camino de Huntsville, Alabama, en plan amigas, cuando Sierra le sugirió que abriera su concierto porque habían llegado demasiado pronto y la gente ya estaba ocupando las sillas del garito); también, como ella, salida de los márgenes, que es donde parece estar cociéndose últimamente (como, por otra parte, siempre ha sido) lo más auténtico y valioso de la música country tradicional. Ella es de Chattanooga, Tennessee, aunque la decisión, una suerte de epifanía, de hacer carrera como cantante, la tomó cuando vivía con su pareja y unos amigos en las faldas del monte Rainier, en el estado de Washington, sin agua corriente ni electricidad, muy Errata Naturae todo (yo me entiendo). Ella cuenta que se suponía que estaba viviendo el sueño, pero se sentía miserable, sola y perdida. Así que se pasaba horas sentada junto a la estufa de leña de su cabaña, escribiendo demoledoras canciones country mientras llovía. Al principio pensó que intentaría vender sus canciones, porque estaba muy arruinada y no había muchas formas de ganar dinero en medio de la nada (a Thoreau le llevaba su mamá un canasto con comida, en Walden la vida no era tan jodida). «Pero con el tiempo supe que tenía que dejar a mi novio, mi tierra y mi vida para volver al Sur y dedicarme a lo mío». Dicho y hecho. En enero de 2019 Juanita llega a Nashville y comienza a trabajar tocando en los honky tonks de la ciudad y a preparar las canciones de este fantástico Hardliner, el álbum con el que debuta de un modo deslumbrante, con pandemia de por medio (te lo puedes descargar por diez euros miserables, mínimo, en su perfil de Bandcamp; no existen, de momento, copias físicas). Y hacerlo además con el toque de la gran Loretta Lynn (su heroína, con permiso de Patsy Cline), tradicional (honky tonk, country, un poquito de bluegrass, western swing y tex-mex), pero con una poderosa carga de independencia y un enfoque intransigente. Empoderamiento feminista y bien de ironía. Amor, pérdida y soledad, pero no de criatura herida, vulnerable y desprotegida (aunque esa vulnerabilidad siempre exista, la carne es al carne a fin de cuentas), sino con agallas, con un par de «huevos», como cantaba Elizabeth Cook, revisitando aquel otro clásico de Tammy Wynette, en su contundente «Sometimes It Take Balls To Be a Woman». Ella es así, una «Hard Hearted Woman» que dice y hace las cosas como le vienen, sin pedir cuentas a nadie, y al que no le guste, que se haga un plano. «Me gusta escribir cuando estoy enfadada o triste, algo que le va muy bien a las canciones country. Me gusta tener noches “mías” y drogarme, beber un poco de vino, rememorar mi pasado y ver qué surge emocionalmente». Ese es su material. Nada más original que uno mismo. «Esto es lo que estoy haciendo», dice. «Me estoy haciendo a mí misma. Que todo el mundo se aparte». Su filosofía es ser inasequible. Muy inasequible y de muchas maneras para todo el mundo [se ríe], salvo para sí misma. «Es como ser egoísta, pero en el buen sentido». Descarada, directa y sin tonterías. Y cuando no está tocando en los emblemáticos honky tonks de Nashville, Hannah Juanita disfruta nadando, haciendo senderismo, montando en bicicleta y explorando la campiña de Tennessee con su perra de rescate, Loretta (obvio). Una vez le pidieron cinco consejos para la gente que empieza en esto de la música. Ella lo tiene claro. Uno: siempre habrá bolos con los que te quedarás a gusto y bolos con los que querrás morirte. Dos: ten grandes expectativas pero nunca esperes la perfección. Tres: busca músicos que sean mejores que tú y toca con ellos siempre que puedas. Cuatro: escucha, escucha y escucha; tu oído es tu mejor baza como músico. Y cinco: no puedes complacer a todo el mundo (ni falta que hace, también te lo digo). Juanita ha venido para quedarse. Y es como si alguien hubiese abierto por fin las ventanas del altillo.