GREYZONE

 

Si pienso en la década de los 90, lo primero que me viene a la cabeza es que estaba todo el día metido en el cine.

En aquellos años, un servidor era un adolescente que intentaba ser tenista profesional. Un mundo en el que no encajaba, aunque no me daría cuenta de ello hasta cumplir los 19 y mandarlo todo a tomar por culo.

Mi única vía de escape para el esfuerzo físico y el desgaste mental que suponía estar las 24 horas del día dedicado en cuerpo y alma al deporte o cuidándome para poder correr en calzoncillos con un palo con cuerdas detrás de una pelota, era ir al cine. En los años posteriores a mi retirada me desquitaría con creces de tanto sacrificio, pero durante la mayor parte de esa época así fueron las cosas. No iba a bares, no bebía cerveza, no salía por la noche y no me comía un colín con las chavalas. El poco dinero que caía en mis manos, era para estar a oscuras en una sala de cine y dejar que mi mente viajara por los mundos que se reflejaban en la pantalla. 

En los 90 lo petaban los thillers y eso es lo que consumía. Buenos, malos… me daba igual con tal de alejarme un par de horas de la realidad.

El otro día, bicheando qué ver, leí en la descripción que hace Filmin de Greyzone: «Un thriller de alto voltaje sobre terrorismo internacional protagonizado por Birgitte Hjorth Sørensen… 2018 · Serie completa · 1 Temporada · 44min/ep.». Y me dije: «¿Por qué no? For the good old times». También el enganche que tengo últimamente por las series nórdicas influyó en la decisión.

Greyzone es una coproducción sueca y danesa que te tiene con el alma en vilo desde el minuto uno. No con el rollo efectista del que gustan muchas pelis y series gringas, sino con un rollo psicológico que se le presupone a los buenos thrillers y en el que, a día de hoy, los de ahí arriba son los que parten el bacalao.

Me la he tragado de dos tacadas. 5 capítulos el sábado y los 5 restantes el domingo.

¡Todo un viaje!

Ya no voy al cine, quitando la última de Tarantino, no sabría decir cuál es la última peli que vi en una sala. Ahora bien, lo de estar a oscuras y viajar a otros mundos para escapar de la realidad a través de una pantalla, es algo que nunca he dejado de hacer.

En casa, tumbado en el sofá con mi chavala al lado y acercando la tele para que dé el efecto de ser más grande de lo que en verdad es.

Diferentes circunstancias, misma movida.

Supongo que soy un animal de costumbres…