WEBB WILDER

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Night Without Love

(Landslide Records, 2020)

John Webb McMurray nació en Hattiesburg (y aún conserva y favorece ese acento casual de Mississippi, esa voz entre cansina y arrastrada, tanto en su conversación como en sus discos: «Supongo que sigo intentando ser un ídolo de quinceañeras», dice) y, según su familia, aprendió a cantar antes que a caminar. A los doce ya aporreaba la guitarra y a los catorce comenzó a militar en bandas. Puede que su cara os resulte familiar; es Ned, el propietario del motel donde se hospedaban los músicos que intentaban medrar en Nashville en la película The Thing Called Loved (1993), de Peter Bogdanovich. En la marquesina de la entrada ponía cada día versos de canciones que tenían que ver con las peripecias de los protagonistas… Lo de actor y comediante le viene también de nacimiento, de hecho, el personaje de Webb Wilder surge de un cortometraje que dirigió un colega suyo en 1984, Webb Wilder, Private Eye, donde interpretaba a un detective de una región apartada, músico para más inri, que tiene que vérselas con unos invasores alienígenas que están causando el pánico entre la basura blanca de tráiler de un pequeño pueblo de Mississippi (al final resultaba que la novia abducida en realidad había huido del imbécil de su novio con un vecino y el cornudo se había inventado lo de los extraterrestres en un intento de ocultar la humillación). Una especie de Philip Marlowe con bien de gonzo en la salsa, héroe que pasaría luego de la pantalla a los escenarios y a los discos, hasta hoy mismo, con este exquisito Night Without Love (su undécimo álbum). Esa es la estampa: un rockero con gafas y sombrero Fedora que se declara a sí mismo como «el último hombre adulto». De su tía, Lilian McMurry, cofundadora de Trumpet Records, un pequeño sello discográfico de vida efímera pero enorme influencia (con grabaciones seminales de cumbres montañosas como Elmore James, Little Milton y Sonny Boy Williamson II), le viene el gusto por el blues clásico, el R&B y los sonidos country de más solera, sonidos que empapó con su querido rockabilly y la influencia de las bandas de la invasión británica que dominaron las ondas durante su adolescencia. A lo que habría que añadir un credo muy osado del que no se ha desprendido jamás: «trabaja duro, rocanrolea duro, come duro, duerme duro, crece mucho ¡y ponte gafas, si las necesitas!». Webb Wilder estuvo allí, a mediados de los ochenta, primero con los Drapes y luego con los Beatnecks, con quienes se convertiría de la noche a la mañana en un artista de culto gracias a su primer álbum, la obra maestra It Came From Nashville (1986), en la época en que Jason and The Scorchers y otras bandas de la misma gloriosa calaña lo petaban fuerte en la cúspide del renacimiento rockero de Nashville. En este Night Without Love, como explican maravillosamente en las páginas bíblicas de nuestra queridísima No Depression, el nativo de Mississippi con residencia en Music City «arranca las raíces embarradas y las sacude hasta desprender el barro». Con una primera cara de «inspiring songs» para «entrar en ambiente» (fantástica la versión del «Be Still» de Los Lobos, añadiéndole un toque vaquero a lo Marty Robbins) y una segunda de composiciones propias («con un mensaje oculto en cada tema»), Webb Wilder nos ofrece once canciones sobre «esa cosa tan elusiva que es el amor» (cantadas por «alguien que sabe»). «No es broma», acaba diciendo el reseñista de la No Depression. «Webb Wilder ha vuelto, más adulto que nunca, con gafas, rocanroleando duro y arrasando con todo». No se puede molar más.