JARED DECK

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Bully Pulpit

(Must Have Music, 2019)

Imaginaos Oklahoma (otra vez). Un pueblo pequeño de Oklahoma (mil doscientos habitantes, a lo sumo). De vuelta a la pesadilla en la que ha acabado convirtiéndose «el sueño americano» en la América rural (ese mismo «American Dream» con el que, en 2016, Jared Deck se alzaría con el primer premio del Woody Guthrie Festival Songwriting Contest, un tema seco y polvoriento sobre cargas y sacrificios, «harder than it seems», esa cosa de esforzarse en creer en el futuro cuando el futuro más bien parece no creer nada en ti). Imaginaos una granja y ese cielo inmenso de uvas de la ira, todo muy «blue collar», muy de callos y uñas sucias, y meterle a la escena una guitarra, sí, todo muy Mellencamp y muy el Springsteen del fantasma de Tom Joad, muy Dust Bowl y muy Guthrie, claro, pero también incorporadle, ya que estáis, un buen Hammond B3. Y una iglesia al fondo. Con un piano dentro. Entrad en la iglesia y fijaos ahora en el tipo que toca el piano. Ha venido de currar en la granja. Intentó irse del pueblo a los veintiuno, pero no había recorrido aún ni diecisiete millas cuando se le pinchó una rueda y tuvo que volver (de eso saldría después una canción, «17 Miles», que incluiría en su primer disco). Porque así es como te agarra Oklahoma por el pescuezo. No es tan fácil largarse. Da igual lo mucho que te esfuerces por evadirte con el sonido de Tulsa. Probablemente la única posibilidad viable de fuga es que te echen. Y más o menos fue eso lo que ocurrió. Y, además, con un mensaje de texto (tan bajo parece haber caído Dios con sus últimas manifestaciones, al menos no fue por whatsapp). Le despidieron de la última iglesia en la que trabajaba. El pitido de mensaje recibido le llegó cuando estaba en el estudio, grabando el que iba a ser su primer disco (homónimo). Pues muy bien. Que les den. Al fin y al cabo era todo de una falsedad enervante. Muy de mensaje de texto. Ese nivel. Muy de playback y air guitar. Luego el cura le ponía un video, como los entrenadores de fútbol para analizar las jugadas, y le decía que tenía que esforzarse por parecer más real, más auténtico. Ironías del mundo espiritual en su lucha permanente con la autenticidad. Así que adiós muy buenas, por peores tiempos hemos pasado. Vengo del polvo y de las vacas enfermas. Y de las fábricas de turnos infernales. De que no te llegue ni para una triste cerveza en el bar al salir deslomado del curro. Incluso me metí en política, hasta ese punto he llegado a conocer la desesperanza. Por no decir que, además, he estado a ambos lados del púlpito y me conozco muy bien el percal. Así que ahí os quedáis con vuestras sotanas y vuestros samplers, porque yo ahora tengo cosas que cantar y predicar, por mi cuenta y riesgo. «Lo que tendríamos que ser es música folk –dice Jared–, rock-n-roll es lo que querríamos ser, pero al final lo que somos es música country». Y para el Bully Pulpit que se acaba de sacar de la manga no se ha andado con tonterías. Se ha metido en el 115 Recording de Norman (OK) con Wes Sharon (productor, entre otras glorias, de bestias okies como John Fullbright, Parker Millsap y los Turnpike Troubadours). Y, claro, así suena el artefacto como suena. Cuando hablaban de autenticidad, hablaban de esto. Así es que estamos de enhorabuena, porque ya contamos en el pueblo con un nuevo predicador a la altura de nuestra angustia. Descomunal.