The Fear of Standing Still
(Losing Side Records & Thirty Tigers, 2017)
Desde que en 2005 BJ Barham, con diecinueve años, decidiera formar una banda para dar vida a sus canciones, tomando el nombre del primer verso del «I Am Trying To Break Your Heart» de Wilco («I am an American aquarium drinker / I assassin down the avenue / I'm hiding out in the big cuty blinking / What was I thinking when I let go of you?») y debutara, al año siguiente, con el Antique Hearts, American Aquarium ha sido una de las bandas de nuestras vidas. Cada nuevo hito del camino, cada parada en boxes y cada desbarajuste, cada nueva formación (incluyendo Rockingham, el disco de BJ en solitario, que reseñamos por aquí hace ya ocho años), siempre estuvimos ahí. El país (el suyo y el nuestro) ha ido cambiando, y la banda con él (nosotros también), y BJ Barham no ha dejado en ningún momento de mirar a su alrededor y contárnoslo, desgastándose los neumáticos por el camino, tatuándose y radicalizando su discurso. Es sureño y no se avergüenza de serlo. La carretera siempre fue un avatar de la huida. La amplitud del parabrisas frente a la estrechez del retrovisor. Este disco, The Fear of Standing Still, «el miedo a quedarse quieto», segundo que les produce Shooter Jennings (otra magnífica muesca en su culata), es, de alguna manera, el disco de vuelta a casa. La frenada y el regreso, en contra de los dictámenes del espíritu adolescente que siempre ha parecido dar fuelle al rock n'roll, no es una rendición de armas ni un fracaso, sino más bien la confirmación de un espejismo, la constatación de un viaje que, en efecto, conducía a ninguna parte: errancia de comicastros (de cuento de Aldecoa o novela de Fernan Gómez), bajo el peligro crónico de la fantochada, de acabar convertidos en sombras de sí mismos. No hay claudicación, sino «madurez» (a falta de otra palabra menos redicha). Una fuerza y una contundencia a las que ya no hace falta travestir con los vacuos fastos de la épica rockera (el folclore risible, cuando no trágico, del alcohol, los tatuajes, los anillos, las camperas, el olor fuerte y el mal aliento). A BJ Barham se le nota, eso sí, en la voz, ahora más rasposa (y puede que más enfadada, algo que no es para menos). Por sus comentarios en redes sociales, de un tiempo a esta parte, ya se venía notando que no estaba a gusto. La figura del artista indiferente, sumido en su torre de marfil, mirándose el ombligo y procurando no molestar a nadie, no va con él. Y menos cuando eres blanco y has nacido en el Sur. No es momento para desapegos ni disimulos. Puede que haber sido padre haya tenido que ver en esto. Las canciones de este nuevo disco son una radiografía del proceso. En el tema que da título al álbum, hace clara referencia a este nuevo posicionamiento. «La carretera lleva llamándome / desde que tengo uso de memoria, / verme al volante era lo más próximo / a un hogar que había tenido nunca. // Eso fue así hasta que llegaste tú, hija / y hallé por fin un propósito. / Tú me curaste de una enfermedad / que ni sabía que padecía.» En «The Getting Home» se reitera: está cansado de decir que lo echa de menos, «cansado de estar aquí, en Chicago, tocando a cambio de propinas y dos vales de copas»… «Cuando estoy en casa echo de menos la carretera, / pero cuando estoy en la carretera lo echo de menos todo.» Es hora de volver a casa y tomar partido. Aquí entronca directamente con la tesis de El Manifiesto Redneck Rojo, de Trae Crowder, Corey Ryan Forrester y Drew Morgan (quienes, por cierto, lo citaban en su lista de reproducción country, en el capítulo dedicado a la música: «”Burn.Flicker.Die”: Llevamos siendo fans de American Aquarium desde ya ni se sabe. Los hemos visto en bares diminutos casi vacíos, en pequeños festivales y ahora, a medida que ido creciendo su popularidad, en lugares más grandes. Ninguna canción captura tan bien como esta el intento de ganarse la vida en la música, o en el mundo del espectáculo en general»). En la canción «Southern Roots», Barham nos habla de ese Nuevo Sur por el que los tres cómicos abogan. Afirma en sus versos que hay un motivo por el que solo regresa al terruño (donde la familiaridad y el temor se entrelazan) un par de veces al año. Ve el odio que anida en las calles, el orgullo exacerbado de un campo de batalla hace tiempo olvidado, significado en esa bandera tan cargada de rencor y sentimientos segregacionistas. Y sabe que hay una inmensa responsabilidad en el hecho de haber nacido allí. No va a disimular su acento para caer bien a nadie (aparte, es una empresa vana), pero lo que sí puede cambiar son las palabras que escoge, el discurso: «así que estoy poniéndome manos a la obra, / estoy cavando la tierra / y estoy replantando mis raíces sureñas». De ahí, también, el recuerdo emocionado que hace de su abuela en «Cherokee Purples». Confieso que hacía tiempo que una canción no me sacaba las lágrimas. Aquí lo consigue al momento. «La perdimos en el 65, / pero cada año, sin excepción, por estas fechas, / alguna idiotez como un bocadillo hace que vuelva / a instalarse en primera línea de mi memoria. / Aún puedo oír su risa, / y el sabor de su té dulce. / Coge una silla, niño, y vente para acá, / que las judías no van a pelarse solas.» La penúltima canción, «Babies Having Babies» es un alegato proaborto que reincide en esa visión esperanzada de un Nuevo Sur, abierto, tolerante y libre. Y, para acabar, en «Head Down, Feet Moving», BJ Barham proclama que no piensa rendirse. «Baja la cabeza y sigue caminando / porque la vista desde arriba merecerá el esfuerzo […] Ni que decir tiene que algo habremos ganado / si en algún momento del camino / aprendo a callarme la boca, / pero nunca me veré en la tesitura de tener que decirle a mi hija / que elegí el poderoso dólar / a cambio de renunciar a seguir soltando las cosas que me abruman.» El caso es que con esta radicalización a pecho descubierto, BJ Barham sabe que puede perder adeptos. Pero no le importa. No es esclavo de los «likes». «Prometo que seguiré actuando siempre que tú sigas acudiendo a mis conciertos. / Seguiré proclamando a voz en grito mis secretos, si me juras que cantarás conmigo. / Y déjame que te diga que si en algún momento del camino te pierdo, / te seguiré agradeciendo que me hayas estado escuchando todos estos años.» ¡Qué inmenso regalo, sentirse acompañado (y respaldado) por una banda como esta! Un auténtico privilegio, señor Barham.