OLD 97's & WAYLON JENNINGS

Old 97s & Waylon Jennings

(Omnivore Recordings, 2013)

Este tesoro salió a la luz, gracias al visto bueno de Shooter Jennings, hace ya doce años, pero las seis joyas que contiene se grabaron siete años antes, en 1996, el año del Right for the Time, el penúltimo álbum de estudio que Waylon Jennings sacó en vida. La banda pionera de Rhett Miller, los Old 97's, llevaba apenas tres años en activo (tras el Wreck Your Life, el disco que grabaron con Bloodshot Records, en Chicago, Elektra, cuyos directivos empezaban a considerar que toda aquella efervescencia del alt-country podía constituir un nuevo avatar del post-grunge que podría resultarles bastante lucrativo, los estaba cortejando y estaba a punto de ficharlos). El artefacto consiste en dos colaboraciones de la banda con el legendario Waylon Jennings («Iron Road» y «The Other Shoe»), y cuatro demos grabadas prácticamente a pelo, solo con su guitarra, por Rhett Miller (la última, «Born on a Train», una versión de un tema de los Magnetic Fields). Dos años antes había salido el American Recordings de Johnny Cash. Los jóvenes enterados empezaban a rendir pleitesía a los viejos titanes. Se vivían momentos cruciales, históricos. Sinergias que acabarían resultando de lo más nutritivas. Para Miller, Waylon era «el hombre» (traducción comedida del «the man» original, que debería traducirse más atinadamente como «el puto amo») y, en repetidas entrevistas, manifestó que colaborar con él fue poco menos que un sueño hecho realidad. Waylon entendió lo que ellos entendían y en las sesiones de grabación medró un claro sentimiento de «pasar la antorcha». Dice Rhett Miller que de pequeño adoraba a Buddy Holly, con Waylon al bajo, y recuerda que, al mismo tiempo, Waylon le imponía. Le atemorizaba un poco toda aquella cosa de los «outlaws», a la que se aficionaría unos años más tarde, sobre todo ante la denodada insistencia de su tío Ed, de Texas, que por lo visto viajó mucho en el autobús de Willie (oficialmente como roadie, aunque su trabajo consistía básicamente en descubrir quién era capaz de mantenerse en pie cada vez que llegaban a una nueva localidad) y, por tanto, estaba lleno de anécdotas de aquella época gloriosa. Rhett Miller creció rodeado de todas esas historias. El caso es que un buen día, en la gira del Wreck Your Life, les tocó hacer un bolo en una convención de radio que se celebraba en un hotel de Atlanta. Cuando salieron al escenario de la sala de baile, Waylon estaba sentado en la primera fila. Rhett Miller casi se cae de culo de la impresión. Tuvo que recomponerse en cero coma. «No hay problema —se dijo—. Llevamos ya varios bolos a las espaldas, estamos preparados, podemos hacerlo. Y me juego la vida a que le va a gustar.» Y así fue. Después del concierto pudieron conocerse en el backstage. Fue un encuentro fugaz, probablemente torpe, poco satisfactorio. Pero, al cabo de unos días, en una entrevista del Austin Chronicle, Waylon les echó un capotazo: «Estuve viendo a una banda en Atlanta. Me habían incluido en una mesa redonda titulada “Desmitificando la palabra que empieza por C”, el country, ya sabes. Y ese mismo día vi a esta banda que te digo, los Old 97's. ¡Son la bomba! Hacen country, el country se dirige ahora hacia eso. Cogieron el nombre de una vieja canción, «The Wreck Of The Old 97”. No pude despegar los ojos de ellos. Tío, esa cosa te golpea aquí —Waylon se golpea el pecho para enfatizar—. ¡Eran potentes!». Rhett le escribió para darle las gracias, dejando caer que, quizá, podrían hacer algo juntos (sin esperanza ninguna, pero por probar que no quede). Waylon le contestó que él estaba pensando lo mismo. Al poco tiempo, estaban a las ocho y media de la mañana metidos en un estudio de Nashville. Waylon se presentó con su hijo, Shooter, que por entonces debía de tener dieciséis o diecisiete años, Waylon ya estaba bastante tocado, le quedaban seis años de vida. Cuando Jon Langford pintó la cubierta del disco y se la mostraron a Waylon, ya en el hospital en el que estaba postrado, no le gustó mucho verse así, en medio, rodeado de ángeles (los rostros alados de los cuatro Old 97's), pero, fundamentalmente, lo que no le pareció bien fue detentar aquel protagonismo. Para él, generoso hasta el último día, los auténticos protagonistas debían ser ellos (los guardianes del fuego). El caso es que la grabación quedó archivada. Waylon estaba mal y no querían importunarle con prisas o exigencias. Fue Shooter quien, años más tarde, dio el pistoletazo. Quería utilizar uno de los temas para una compilación que estaba armando. Lo uno llevó a lo otro. Juntaron las cuatro demos para acompañar a los dos temas grabados con Waylon. Decía William Blake que suceden grandes cosas cuando se juntan hombres y montañas. Waylon es una montaña. Y este disco es, sin duda, una de esas cosas inmensas que suceden cuando se producen tales encuentros.