JASON HAWK HARRIS

Thin Places

(Bloodshot Records, 2023)

En los cuatro años que han pasado desde que reseñamos su primer LP, Love & The Dark (2019), asimismo en Bloodshot Records (ahora renacida de sus cenizas), también han pasado muchas cosas, entre otras, como el propio Jason Hawk Harris apunta en las notas, disculpándose por la demora: un apendicitis, un tornado y la primera pandemia en cien años. Y decimos que «también» han pasado muchas cosas porque, antes de aquel primer disco, su biografía «también» estuvo llena de incidentes. Lances y peripecias que, inevitablemente, acabarían reflejándose en sus canciones. Recordemos: el fallecimiento de su madre por complicaciones derivadas del alcoholismo, la declaración de su padre en bancarrota tras una demanda del Rey de Marruecos, el diagnóstico de esclerosis múltiple de su hermana y el nacimiento prematuro de su sobrino, con parálisis cerebral. Por si esto fuera poco, y forzando la credibilidad del argumento, le robaron la furgoneta y su sello discográfico, tan largamente anhelado (ahora, por suerte renacido, como hemos dicho unas líneas más arriba), se fue a pique. Encadenamiento de hechos inverosímiles que ni el mejor guionista lograría colar ni al más nefasto productor cinematográfico de la ciudad y que, en su caso, lo llevaría a dejarse al cuidado de sus propios vicios. No obstante, de una manera poco menos que heroica, al final logró exorcizar todos aquellos hundimientos en las canciones de «Amor y la oscuridad», un disco en el que daría buena cuenta de sus sucesivos pulsos con la muerte, la adicción y la supervivencia. De entonces a hoy, al disco que hoy reseñamos, entre las nuevas tribulaciones, parece haberse resquebrajado el muro tras el que había emparedado todos aquellos sentimientos que, en su momento, con la herida aún abierta y supurante, no se atrevió a encarar. La dedicatoria no deja lugar a dudas. «Este álbum está dedicado a las tres mujeres más importantes de mi vida. Tina Hawk Harris, mi madre, que descansa en paz. Ashley Harris, mi mujer, que llora su muerte conmigo, y mi hermana, Sommer, la única otra persona del mundo que sabe lo que ha sido perder a mi madre». En efecto, tras cuatro años de luto y duelo, de carretera y bolos constantes, sin apenas tiempo para pensar, demorando siempre la cura o simulándola, ha tenido al final tiempo, con el parón forzoso al que nos obligó la pandemia, para dedicarse al «pensamiento mágico», con permiso de Joan Didion (otra californiana adoptiva, como él), y se ha sacado de la manga este Thin Places, que podría ser la banda sonora de muchas de las tesis de aquel libro maravilloso. Un disco sobre la muerte, la devastación y el duelo. Y a la vez una celebración de la vida. Una aproximación casi podría decirse que mexicana (por el gozo, la guasa e incluso el cinismo) a sus muertitos, en este caso a su muertita, su madre, que parte más o menos de la misma premisa que El año del pensamiento mágico: «La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba». El sentimiento postergado, en efecto, se ha descongelado, el peregrinaje de cuatro años por el dolor y la soledad, por los «lugares estrechos» de los que habla el folclore celta al que hace referencia el título, el pensamiento mágico, para entendernos, le ha dejado parir estas nueve canciones (ocho temas propios y una reimaginación del «Keep Me In Your Heart» de Warren Zevon, otro californiano adoptivo, y ya van tres; California, el sol y la muerte, la falsa inmortalidad de las estrellas, la falsa inmortalidad de cualquier cosa, el disimulo, el maquillaje, la mítica Fuente de la Juventud de las viejas crónicas de Indias…), estas nueve bellas cicatrices, bellas porque, como diría Harry Crews, significan que las heridas han sanado. Belleza, dolor y catarsis. Con su buena mezcla de country, rockabilly, gospel, soul y folk. Haciendo bailar a los esqueletos. Poniendo a vibrar a la gusanera. Enseñándole el culo a La Segadora. Haciendo equilibrio, jubilosamente, entre la luz y la oscuridad, entre la desesperación y la esperanza, entre la vida y la muerte, siguiendo al violinista loma abajo, con los danzarines bufonescos de El Séptimo Sello. «En este álbum quise explorar todo el espectro de la aflicción, no solo los momentos devastadores. Cuando uno lidia con la pérdida, vive momentos de confusión, de rabia y de puro descojone». Y cuando lo tuvo ya todo listo para entrar a grabar, la gente puso pasta por Venmo, Bloodshot Records limpió su cocina, le pagó lo que le debía y lo volvió a fichar. El disco marca, por tanto, también, un regreso, un «estar jodido pero seguir adelante». «Me rodea el caos, nena —canta en «So Damn Good»—, el aire está cargado de pesar y rabia, y no tengo ni idea de por qué la gente se muere, ni de qué pasa al otro lado, y llevo perdidísimo desde que me encontré, pero hay una cosa de la que no me cabe la menor duda: ahora mismo estás preciosa». Así que la vida sigue, con toda su precariedad, pero sigue. Y, aunque duela, se baila. Se zapatea sobre las tumbas y se le invita a una cerveza a La Parca (la segunda que la pague ella).