TOKYO VICE

 

Con los calores que pegan por el sur de la península, uno consume cantidad de líquidos sin comprobar lo que pone en la etiqueta. Después de un trago, si no te gusta, pues pasas al siguiente.

A muy malas, siempre está la cerveza.

Con las series me pasa lo mismo, desde que las plataformas digitales descubrieron que con las historias en fascículos había un filón, hay mierda a espuertas.

Se mira un capítulo y, si no te convence, a por otra cosa.

Esta es la manera en la que he llegado a Tokyo Vice, porque el título y las referencias no me llamaban la atención ni por asomo.

Que sí, que muy bien, que Michael Mann es el productor y el director del primer episodio, ¿y?

El título me recordaba a Miami Vice, lo cual me hacía pensar en un refrito versión nipona.

Pero oye, al final me lo he pasado bien.

He pensado muchas veces en ir a Japón, nunca lo he hecho y no sé si algún día pasará.

Eso sí, en New York conocí en un bar a una de las nietas de uno de los dueños de Honda, o al menos eso me dijo una de sus amigas, me invitó a salir con ella a la calle a fumarnos un porro, cuando se enteró de que tenía novia paso de mí.

También en New York fui a una tienda de muñecos japoneses extrañísima en lo alto de un edificio, a ver si me dejaban entrar a comprarle un regalo a un colega que estaba pillado con todo el rollo japonés.

El tío que nos abrió la puerta se parecía al que cultiva los ojos para los replicantes en Blade Runner.

Muy majo el compadre, pero los precios de los juguetes se pasaban con creces de mi presupuesto.

También por aquella época, y también en la ciudad de los rascacielos, fui por primera vez a un restaurante japonés, estaba en un sótano y parecía más un fumadero de opio que un sitio para pasear.

No probé bocado, por aquel entonces no concebía meterme al estómago nada que no hubiera pasado por la sartén, pero la cerveza japonesa, bien fresquita, me gustó.

Y ya mi última experiencia con el mundo del sol naciente, de unos años más tarde que las anteriores, fue cuando fui a ver la exposición de uno de mis compañeros de piso en Brooklyn en la que, junto a sus obras, también mostraban sus trabajos de fin de curso otros alumnos de una escuela muy moderna de arte a la que solo se podía acceder si te daban una beca o estabas forrado.

Uno de los trabajos que se mostraban era el documental (ella lo llamaba intervención fílmica o algo así) de una chica sueca muy maja y que hablaba por los codos, que se había pasado un año grabando a los chavales de compañía para mujeres pudientes japonesas que, fíjate tú por dónde, tienen bastante relevancia en la trama de Tokio Vice.

Sea como fuere, Tokio Vice, de ocho episodios, se puede ver ya completa en HBO Max y está de lo más entretenida.

Métase en una coctelera mafia japonesa, chicos y chicas de compañía, karaoke, policías corruptos y otros que no lo son, periodismo de investigación, gringos buscando su lugar en la vida entre japoneses, artes marciales, un poco de hielo triturado, agítese fuerte y sírvase en vaso ancho con una rodaja de limón.

Entra de lujo y ayuda a estar hidratado en estos tiempos estivales.