SKYLINES

 

He de reconocer que en el tema de la música rap o el hip hop me quedé clavado en los 90. Y ya entonces tampoco es que les diese mucha bola, a excepción de Cypress Hill, hasta que los metaleros se empezaron a mezclar con los raperos.

La banda sonora de la película Judgment Night, culminación de lo que en su día empezaron Aerosmith y RUM DMC, hizo que me explotara la cabeza en mis años mozos.

Ver que algunas de mis bandas favoritas como Faith No More, Helmet o Biohazard, se juntaban respectivamente con Boo-Yaa TRIBEHouse of Pain y Onyx, para sacar esos temazos, no tenía nombre en una época en que la música era lo más importante en mi vida.

Rap Metal llamaron a la movida.

Todos estos recuerdos vinieron a mi mente el otro día cuando leí la sinopsis de la serie alemana Skylines y me decidí a verla.

Mientras disfrutaba viendo Skylines me he dado cuenta de que esta asociación de ideas ha sido de lo más peregrina.

El rap que se cuece en la actualidad en la ciudad de Frankfurt nada tiene que ver con el rap de los USA y mucho menos con el de los años 90.

Todo muy de botones y maquinitas, pero aun así la serie es cosa buena.

Crimen organizado vinculado al sello discográfico que da nombre a la serie, sueños rotos, drogas y una sobriedad en la manera de contarlo todo que atrapa.

La primera y única temporada se puede ver en Netflix.

La todapoderosa Netflix ha decidido cancelar la segunda temporada ante la sorpresa de todos los que hemos visto la primera. Prefieren seguir dándole cancha a rollos sobre una chiquilla que juega al ajedrez o las movidas de los pijos de la familia Real Británica. Así es la vida en la periferia.