HOME GROUND

 

Lo mío con el fútbol es una relación de todo o nada. O no paro de ver partidos, como me sucede ahora, o le hago el mismo caso que le hace mi socio Dirty Lucini, que es nulo.

Javi lo tiene claro, no le interesa lo más mínimo, pero un servidor se deja llevar por cómo se alinean los astros al comienzo de cada temporada.

Me pasa un poco con todo en la vida, me dio por tatuarme y no paraba; ahora mismo no me haría un tatuaje ni de coña, que duelen un huevo y la yema del otro. Me da con un autor y solo leo sus libros; me da por las series y paso de las películas, cosa que, por cierto, según está el cine en los días que corren, es bastante fácil, dadas las castañas que se hacen, salvo honrosas excepciones. Con las gorras lo mismo, tengo la casa llena, hay en las sillas de la cocina, en el cuarto de baño, encima de los discos en el salón, colgadas en los marcos de los cuadros que tengo en la pared del dormitorio, y en mi cabeza, claro está.

En cuanto se me pase la fiebre, sé que seguiré llevando una gorra cada vez que salga a la calle, pero dejaré de comprarme.

Nunca llego a ser un auténtico coleccionista que dedica toda su vida a una pasión en concreto. Puedo tener conversaciones sobre muchos temas de los que sé cosas, temas a veces de lo más peregrinos, pero no soy un pro en nada. De joven, no llegar a profundizar hasta la obsesión en los temas o las cosas que me interesaban me causaba desasosiego y cierta inseguridad, con los años, me la suda. 

Cuando apareció la serie Home Ground en 2018, estaba despertando de un letargo no futbolero y me costó decidirme a verla.

Home Ground va sobre la primera entrenadora, Helena Mikkelsen, interpretada por la actriz Ane Dahl Torp, de un equipo de fútbol masculino recién ascendido a la primera división noruega, el Varg IL.

Tanto en la decisión de ver la serie, como en la decisión de volver a ver fútbol, la culpa ha sido de Margarita, mi chavala. Y no veas lo agradecido que le estoy. Ella es futbolera, pero sobre todo bética, y como en todas las cosas de mi vida de un tiempo a esta parte, siempre me da buenos consejos. 

Home Ground, en cada episodio, va más allá de lo que es el fútbol para un equipo no puntero. Vamos, que si no te interesa lo más mínimo que veintidós tíos con pelos en las piernas corran en calzoncillos y camiseta detrás de un balón sin salirse de un rectángulo e intenten chutar entre tres palos, y que encima se les pague por ello, no quiere decir que no te vaya a molar la serie.

Clase obrera, sueños rotos, compartir cervezas en la barra de un bar, romper barreras establecidas, relaciones tóxicas paternofiliales, y frío, todo el frío que puede hacer en un pequeño pueblo del norte de Noruega.

Eso sí, alrededor de una pelota de cuero.

By the way, se puede ver en Filmin y, de momento, hay dos temporadas.