TANYA TUCKER

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While I'm Living

(Fantasy Recordings, 2019)

Este disco merece un puesto de honor junto a los American Recordings del tándem Cash/Rubin, los discos para New West de Kristofferson con Don Was y aquel mágico Van Lear Rose que hizo en 2004 Jack White con Loretta Lynn. Y todo se lo debemos a Shooter Jennings y, más especialmente, a Brandi Carlile que, desde que tenía ocho añitos cantaba las canciones de Tanya Tucker en su habitación, cuando soñaba con ser como ella. En casa de los Carlile, Tanya Tucker representaba la dureza de la música country, la dureza y la feminidad (algo que en los estereotipos de la música country solían servirse por separado). Brandi quería sonar como Tanya Tucker, quería ser dura y no dejarse avasallar por la masculinidad imperante, dar rienda suelta a la misma fuerza que desataba Tanya en el escenario, como el mismísimo Elvis. De estrella adolescente a representante femenina, junto a Jessi Colter, del movimiento Outlaw (para Shooter, una más de la familia, desde que era un renacuajo), con una vida rocambolesca llena de amores contrariados y excesos. Luego el desierto de los ochenta, fagocitada por un mainstream de digestiones pesadas del que casi nadie se libró. La CMT arrasando con todo. Retractilándolo todo. Ochentizándolo todo. Laca y Casio. Y ella siempre ahí, cosechando honores, aunque muy circunscrita ya al mausoleo raro de las grandes estrellas, un poco fórmula poco inspirada y tirando a hortera, producciones poco logradas, actuación en la Super Bowl, el Country Music Hall of Fame y todo ese paseo ya tan poco inquietante. Pero la garra y la dureza seguían presentes, como en barbecho. No había más que oírla en las entrevistas. Tonterías las mínimas. Lo cierto es que, al menos por aquí, le perdimos la pista. Para nosotros reapareció pletórica en un disco de Billy Joe Shaver, el Everybody's Brother, de 2007, cantando a dúo el «Playin' The Game Too Long». Tremenda. Ahí seguía, en efecto, como un felino acechando en la espesura, esperando a su presa. Y resulta que un buen día está Shooter Jennings grabando con Brandi Carlile y Shooter le dice a Brandi que percibe un rastro de Tanya Tucker en su voz. Carlile se emociona. No lo sabes tú bien, le dice. Muchísimo más de lo que te puedas llegar a imaginar. Soy su mayor admiradora y es una pena que haya dejado de grabar. Entonces Shooter le suelta: Te equivocas, no lo ha dejado. Escucha esto. Shooter le pone unas grabaciones y le dice que está pensando en producirle un disco. Le pregunta a Brandi si no tendrá canciones para ella. Brandi ni se lo piensa. Llama a los gemelos y se pone a componer como una posesa canciones para Tanya. Shooter lo ve claro. Esto ya es cosa seria, se dice. Llama a Brandi: Tienes que venirte e involucrarte conmigo en esto. Vamos a producirle un disco a Tanya Tucker, con tus canciones, y vamos a devolverla al lugar que se merece. Brandi llama entonces a Rick Rubin, hace como diez años que no hablan, desde que Rubin le produjo el Give Up The Ghost en 2009. Pero Brandi necesita hablar. No importa que la ciudad de Los Ángeles esté en llamas. Le dice que va a producirle un disco a Tanya Tucker y quiere hacerlo con el mismo espíritu que sus míticas grabaciones con Johnny Cash. Se pasan una hora hablando. Rubin le quita el miedo y le calma la ansiedad. Le aconseja. No va a ser fácil, pero merecerá la pena. A Johnny también le costó aceptar el reto. No se lo terminó de creer hasta que vio el Viper Room lleno de jóvenes modernos… El resto es historia. El resto es este portentoso While I'm Living, que no puede sonar más puro, más crudo y más auténtico. Y Tanya Tucker ha vuelto a ocupar, de la noche a la mañana, el lugar que le correspondía, en efecto, entre las más grandes. Inmensa. Gracias Shooter y, sobre todo, mil gracias, Brandi. Amor y respeto.