SON VOLT

Notes of Blue

(Transmit Sound, 2016)

1994. El año que vivimos peligrosamente. Todavía duele. Los Uncle Tupelo lo habían reinventado todo y seguían sonando de maravilla. Pero se ve que Jeff Tweddy acarició el pelo de la novia de Jay Farrar. Lo malo es que las versiones que priman son las que se sitúan del lado de Jeff. Claro, Wilco siempre ha tenido muchísimos más seguidores (y se peinan muchísimo mejor). Por aquello de que la historia siempre la escriben los vencedores (aunque no esté del todo claro quién, a la larga, ha sido el vencido). En el 94 hicieron gira, tocaron en el programa de Conan O’Brien. Choque de egos como trenes de mercancías. Y el 1 de mayo (el mismo día en que se mató Ayrton Senna a bordo de su Williams FW16, en la curva Tamburello; aquel día se rompieron muchas cosas) tocaron por última vez en el Mississippi Nights de St. Louis, Missouri. Aquel impacto produjo una mitosis, un descarrilamiento del que surgieron dos entidades nuevas: Wilco y Son Volt. El mundo quedó dividido para siempre. Se produjo una polarización muy clara, irreconciliable. Montoyas y Tarantos. Montescos y Capuletos. Los partidarios de Wilco y los partidarios de Son Volt. A mí llegó a costarme una relación. Todo muy amor imposible. No es que fuera el motivo principal de la ruptura, pero influyó, ¿cómo no iba a hacerlo? Ella se decantó claramente por Wilco. Yo Jay Farrar a muerte. La cosa no pintaba demasiado bien. Cuando estaba más claro que el agua (del lago Michigan, no del río Mississippi) que serían los seguidores de Wilco los que heredarían la tierra. Yo condenado eternamente a ser un nerd que habla de cosas con las que casi nadie comulga; solo en el mundo, cazando mamuts… Pero al final parece que el tiempo ha venido a darme la razón. El último disco de Wilco apesta (más que los anteriores; sí, ya lo sé, exagero, pero esta es una guerra sin tregua) y este Notes of Blue del bueno de Jay sigue manteniendo el nivelazo de sus últimas creaciones, pero ahora se ha vuelto a electrificar bien fuerte después de sus anteriores experiencias acústicas. Victoria pírrica, es cierto, porque nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto, pero no puedo evitar acordarme de aquella novia tóxica (tan moderna ella) sin que se me escape una sonrisilla. Je, je. Toma cañonazo con «Sinking Down». Chúpate esa. Aquí hay guitarrazos ZZ Top, sin sofisticaciones ni modernidades. Mississippi Fred McDowell y Charley Patton con los amplis a todo trapo (Farrar cita también la influencia de Nick Drake, rastreable en el punteo de la guitarra del tema que abre el disco –«Promise the World»– y, en general, en el sesgo lírico y melancólico de las letras). Directo a la quijada. Y que conste que a mí Jeff Tweddy siempre me ha caído bien. Pero de este otro lado del Mississippi somos muy pocos, y hay que morir matando.