INDUSTRY

 

Recuerdo que, en mis años mozos, cuando fui a Londres, llegar desde el aeropuerto de Gatwick a la casa de los colegas donde íbamos a dormir era una buena odisea.

Primero había que coger un bus y cruzar la campiña inglesa hasta Londres, una vez allí, el metro con varios transbordos y, por último, otro bus que nos dejaba a quince minutos andando de la casa ocupa en la que nos esperaban los colegas con unas botellas de Pink Lady para celebrar nuestra llegada.

Y cuando hablo de Pink Lady no me refiero al fino cóctel con base de ginebra, sino a una sidra asquerosa de color rosa.

Pink Lady era lo que bebían mis colegas punkis porque era barata y, si la mezclabas con speed y unos cuantos porros de hachís ramplón, te pillabas una buena a un módico precio.

Nada que ver con la farlopa, el champán y los vinos caros con los que se colocan los personajes de Industry, pero nosotros también éramos jóvenes y traviesos como ellos, aunque sin su poder adquisitivo ni sus trajes caros.

Toda la travesía por Londres fue más o menos bien hasta que salimos del metro y no hubo manera de dar con la parada del autobús para el último trayecto antes de la pateada.

En aquella época no existían los teléfonos móviles y Google Maps no estaba ni concebido, pero teníamos las instrucciones escritas en un papel y ni con esas.

Como preguntando se llega a Roma, es lo que decidimos hacer.

Los transeúntes no nos hacían ni puto caso, vamos, que ni nos miraban a la cara.

Iban todos de traje con sus maletines y caminaban rápido, como si fueran a apagar un fuego.

Más tarde nos enteramos de que estábamos en la City de Londres, nombre con el que se conoce al distrito financiero, y donde todo el mundo está muy ocupado en hacer dinero y no tiene tiempo para pararse a hablar con dos personas que, a sus ojos, tienen pinta de mendigos.

Pierpoint & Co., el banco de inversión donde trabajan cosechando millones de libras los personajes de Industry para clientes exclusivos y fondos de inversión, está ubicado en la City y nosotros, con nuestras pintas, bien podríamos haber sido dos extras indeseables que se mueven por el fondo de una secuencia.

Al final, entramos en una tienda de perfumes y una chica muy maja, después de superar el susto de que igual habíamos entrado a robar, nos indicó dónde estaba la parada de autobús y pudimos llegar a nuestro destino.

Industry se puede ver en HBO y consta de dos temporadas de ocho capítulos cada una.

Es puro sexo, drogas, traición y un buen pastón.

Hay veces que te pierdes o, directamente, no entiendes nada con los tecnicismos de cómo se mueven los millones mirando gráficos en un ordenador y presionando a los clientes por el móvil, pero da igual, la trama se sigue bien y los personajes tienen carácter y están bien definidos.

Tampoco todo es blanco y negro, hay mazo de grises y eso se agradece.

Yo tenía Industry en la recámara para verla, un colega de los viejos tiempos, Nico, me escribió el otro día por sorpresa para recomendarme unas cuantas series e Industry estaba entre ellas.

Me alegro que ese email me decidiera a dar el paso.

Ahora a esperar a ver si hacen una tercera temporada, que la cosa ha quedado calentita al terminar la segunda.