BIENVENIDO A UTMARK

 

Cuando un servidor era un chiquillo, nacido y criado en Teruel hasta los 12 años, lo que me petaba era que mis padres me llevaran a Madrid, donde se acumulaba todo lo que soñaba.

No era fácil convencerles. 

Lo normal, en cualquiera de las vacaciones que teníamos en el cole, era ir de Teruel a Colmenar Viejo, el pueblo de mi padre.

Montar en bici por caminos de tierra, coger moras si era la época, disparar con la escopeta de perdigones a los pájaros y no acertar nunca, bañarse en una charca, acompañar a mi abuelo al corral a recoger los huevos de las gallinas…

En definitiva, más de lo mismo.

Hoy en día agradezco esa niñez tan asilvestrada, pero en aquella época no. 

Yo lo que quería cuando salía de Teruel, era ir al cine a ver La Guerra de las Galaxias de estreno, ir a librerías donde tuvieran todos los libros de La pandilla de Sherlock Holmes, a tiendas de discos para poder pillarme el último de Baron Rojo «calentito del horno», o a ponerme ciego de Big Macs hasta que me doliera la tripa.

Eso sucedía en muy raras ocasiones y eso que Colmenar Viejo está solo a media hora en coche de Madrid.

No es que mis padres fueran unos modernos y en el campo y la naturaleza vieran la mejor manera de educar a un niño. En vacaciones se iba a ver a los abuelos, se soltaba a los críos a retozar y así ellos podían tomarse un descanso. 

Punto pelota.

Ahora parece que la cosa ha cambiado bastante. Ahora se va al pueblo para entrar en contacto con la naturaleza, con las raíces, con «lo salvaje» tienen los huevos de decir algunos.

Bueno, si por «lo salvaje» se entiende que en los pueblos hay borrachos, drogas, parejas que se ponen los cuernos, que la mierda de vaca o de cerdo huele mal y que a los que son diferentes puede que, si se descuidan, les den dos hostias, entonces estamos de acuerdo.

Vamos, igual que en las ciudades, pero rodeados de árboles.

Y además con el agravante de que en los pueblos todo el mundo se conoce y se cotillea que no veas.

Bienvenidos a Utmark (HBO), serie de 8 episodios ambientada en un pueblecito del norte de Noruega, viene a reforzar esta teoría mía de lo equivocados que están los que creen que «lo salvaje» es la panacea.

En Bienvenido a Utmark, se matan ovejas por rencillas entre vecinos, se trafica con alcohol y prostitutas, se veja al que se siente diferente, los hijos sufren viendo discutir a sus padres alcohólicos… eso sí, en unos parajes idílicos con unos cielos preciosos, y con un sentido del humor negro de nivel.

Si eres de los urbanitas que sueñan con irse a vivir al campo y sabes que nunca lo vas a hacer –no nos engañemos–, pero fantaseas con la idea mientras ves crecer en el balcón de tu casa las zanahorias que has plantado en una maceta, sin duda, esta es tu serie.

Te va a abrir bastante los ojos.

Si eres de pueblo, te vas a sentir identificado con muchas de las cosas que pasan en Bienvenido a Utmark.

En ambos casos te vas a echar unas buenas risas.