WARRIOR

 

Acabemos este 2020 con Warrior, serie en la que se reparten hostias como panes. ¿Hay acaso mejor manera?

Recuerdo mi visita a San Francisco, ciudad donde se sitúa la acción de Warrior, como en una nebulosa. Porque ya han pasado un montón de años desde entonces y porque, nada más llegar, me corrí una juerga con un colega que vivía allí, de la que solo pude recuperarme tras tres días de cama.

Se nos fue de las manos la alegría del reencuentro tras dos años sin vernos y nos metimos y nos bebimos todo lo que nos dieron, y fue mucho de todo, la verdad.

Al cuarto día, cuando pude salir de la cama y mi estómago empezó a retener cosas sólidas, decidimos salir a dar una vuelta y a comer algo por Chinatown.

Muchos patos lacados colgando del cuello en los escaparates de algunos comercios, mucho bullicio de gente con los ojos rasgados y muchas tiendas con frutas exóticas que no había visto en mi vida, eso es todo lo que retuvo mi mente. Ah, y que la cerveza china no estaba mal.

Todo esto pasaba a finales del siglo XX, y la acción de Warrior se sitúa a finales del XIX, así que hay unos 100 años de diferencia entre la Chinatown que refleja la serie y lo que yo vi. Pero como no me acuerdo de casi nada, para mí como si fuese igual, puestos a flipar…

La trama de Warrior nace de una idea que tuvo Bruce Lee allá por los años 70 y que todas las grandes compañías cinematográficas como la Paramout o la Warner Bros rechazaron. Peor para ellas.

Cincuenta años después, Cinemax ha retomado la idea con gran acierto y por aquí las dos temporadas se pueden ver en HBO.

Diálogos de «kie» muy al estilo de las pelis de Kung Fu de Bruce Lee, las de gángsteres de Humphrey Bogart o las de vaqueros de Clint Eastwood.

De hecho, Warrior es una mezcla de todo eso, refleja las guerras por el poder entre las bandas Tong de la mafia china de aquella época, como si de un western se tratara.

Ah Sahm, el personaje protagonista, está interpretado por el actor Andrew Koji que, al igual que Bruce Lee, es especialista en artes marciales, y se nota.

Las peleas son tremendas, nada de rollos efectistas con la cámara para que los mamporros parezcan lo que no son.

Bueno, y junto a Andrew, un mazo de actores que se zurran también de lo lindo.

Vamos, que me lo he pasado como un chiquillo viendo la serie.

Cuando de pequeño vivía con mi madre, tenía un póster de Bruce Lee colgado en la pared de mi habitación, el mítico en el que salía de cintura para arriba, a pecho descubierto y con el arañazo de una garra en uno de los pectorales.

Si lo encontrara lo volvería a colgar.